Mi podcast: ¿Y por qué no aquí?

jueves, 16 de enero de 2014

¿Deberíamos los extranjeros tomar el curso de conducción sobre hielo?

¿Han probado alguna vez a derrapar el coche tirando de freno de mano? Pocas cosas hay más divertidas que hacer trompos en el aparcamiento de un centro comercial vacío un domingo por la mañana. El vehículo gira 360* sin mucho esfuerzo. Pero empiecen a poner vehículos de por medio, niños que cruzan la carretera o carriles demasiado estrechos. Ya no es ni tan fácil, ni tan divertido. Conducir por las carreteras noruegas puede ser una auténtica aventura en invierno, y no siempre con final feliz. Las máquinas quitanieves funcionan sin parar, los camiones con gravilla y sal rocían las vías que se podría sazonar un bacalao, y es obligatorio el uso de ruedas de invierno, con o sin clavos, desde el 1 de noviembre. Pero aún así, sigue siendo complicado. Yo llevo conduciendo en este país ocho años y por suerte no he tenido ningún accidente, creo que en principio porque soy precavido. El azar puede provocar un siniestro, pero sobre todo la imprudencia. Ayer leíamos en las noticias la terrible historia de unos jóvenes franceses, que llegaron a Noruega de turismo con su Renault marsellés, con ruedas de verano. Tuvieron un choque contra un bus, por el cual uno de los tres pasajeros murió. Ahora, el conductor, de 19 años, además de la desgracia de perder a una amiga, está en la cárcel por homicidio involuntario.
(El texto sigue tras la foto)
Además de las medidas de seguridad en el coche, los noruegos tienen que pasar un curso de conducción sobre hielo para conseguir su permiso de circulación. Nosotros los extranjeros, al menos los españoles, lo tenemos más fácil. Yo no tuve ningún problema en ir a tráfico con mi carnet español y cambiarlo automáticamente por el noruego. Ahora parece que quieren evitar desgracias como la de los jóvenes franceses haciendo obligatorio el curso sobre hielo para los conductores extranjeros. ¿Es esta una medida justificable, o es un impedimento contra los extranjeros? Tanto en Noruega como en España se ha hablado de la posibilidad de hacer exámenes sobre conocimiento del país para lograr la nacionalidad. ¿Se puede comparar este curso con el hecho de saber cómo se llama el rey de Noruega o qué dice la letra de su himno nacional? Yo he vivido en este país sin problemas poniendo la letra de un villancico al himno nacional, y he conseguido sobrevivir a las carreteras haciendo trompos en los parkings. Pero para mí no es comparable y el curso obligatorio me parece bien. Por mi parte, me alegro de haber tenido la suerte de la convalidación automática y haber ahorrado tiempo y dinero, pero si tuviera la opción de hacer ese curso, lo haría para sentirme más seguro. 
La historia de los franceses es una prueba de que el desconocimiento de las normas no te exime de su cumplimiento. Más vale prevenir que lamentar. Tiempo habrá de derrapar en un descampado.

miércoles, 15 de enero de 2014

¿Dónde está mi millón?

¿Dónde hay que preguntar? ¿A quién hay que pegar? ¡Quiero mi millón! Mejor dicho, ¡mis millones! Me explico. Hace unos días saltó la noticia de que el Fondo del Petróleo Noruego, también llamado Fondo de Pensiones, superaba por primera vez los 5 billones de coronas. Y como suele pasar, todos los medios empezaron a copiarse titulares y en periódicos digitales de medio mundo se pudo leer: "Todos los noruegos se despiertan siendo millonarios".Titulares de esos que enganchan. ¿Qué significa? Pues que en Noruega hay 5 millones de habitantes, por lo que echando mano a la matemática básica, nos sale a 1 millón de coronas noruegas por habitante. Y aquí empiezan las mentiras. Para empezar, no es por noruego, sino por habitante. Yo pago mis impuestos, tengo derecho a mi pensión y al uso de las infraestructuras, y por tanto exijo mi millón. Y aún voy más allá, si es un millón por habitante y en mi casa somos cuatro, cuando ayer revisé mi cuenta corriente debería haber encontrado 4 relucientes millones. Pero no. Ahí seguía mi cuenta corriente, tiritando de frío como cada vez que me toca quitar la nieve al coche. Con menos ceros que las notas de Bill Gates. 
Y aquí se me empiezan a plantear dudas. Yo creo que está muy bien que Noruega sea ahorradora y piense en el futuro. Está demostrado que la política sobre el petróleo está dando mejores resultados de los que haya podido haber, por ejemplo, en Venezuela. Yo quiero estar de acuerdo con esta política. Quiero ir en contra de FrP que desea abrir el grifo. Quiero pagar muchos impuestos, compensados con buenos sueldos, que me permitan vivir bien, sin estridencias. 
Pero si es así, si hay tanta pasta que si se repartiera me podría comprar a toca teja una casa en Oslo, ¿por qué Noruega no es aún el país perfecto? ¿Cómo puede ser que haya ancianos con problemas asistenciales? ¿Por qué preocuparse tanto de los que serán ancianos en 100 años, olvidándose de los que lo son ahora? ¿Cómo puede ser que nuestros jefes y los bancos nos adviertan de los problemas que va a haber para pagarnos las pensiones? En mi trabajo el tema de la pensión ha sido un tema delicado que casi lleva a los trabajadores a la huelga. Y los bancos están haciendo una fuerte campaña de planes de pensiones privados.  Yo creí que sabía algo de economía, pero está claro que hay muchas cosas que se me escapan. 
Así que, lo grito alto y claro, o alguien me lo explica, o me planto en la puerta del Banco Central de Noruega para exigir los 4 millones de coronas que le corresponden a mi familia y me piro de viaje alrededor del mundo. 

martes, 7 de enero de 2014

Bandy no es hockey

¿Han visto ustedes alguna vez a un noruego pidiendo una pizza en un restaurante de tapas? ¿O café en una discoteca? ¿O pidiendo un plato para servirse aparte la ensalada del centro de mesa? ¿O llegando a un funeral en bermudas? Así me sentí yo ayer cuando llegué al partido de bandy de mi hijo con un palo de hockey. Un completo guiri. 

El día 4 de enero Daniel cumplió 9 años y fui a la tienda a comprar lo que pensé que me faltaba para su equipo. (Gran error. Ya teníamos casco con rejilla, protector "antibalas" de kevlar para el cuello y por supuesto patines. Pero ahora sé que me falta la espinillera, que no vale la de fútbol, la cantimplora con churro para beber a través de la rejilla y, por supuesto, el puto palo). Yo fui a la tienda, inocente de mí, y pedí un palo de hockey, bueno no, de bandy. El más barato que había valía casi 50 euros. Y allí al lado, solitarios, vi un montón de palos de la NHL, la Liga Americana de Hockey, a 6 euros. Yo no vi más diferencia que el de hockey estaba un poco curvado y era más largo, y viendo lo que molaban las siglas NHL, bueno, y el precio, me decidí por ese. Después de todo, no era más que un palo para dar golpes a una bola (ahí esta la diferencia con el hockey, donde golpean una ficha).
A mi hijo le gustó mucho y le impresionaron las siglas NHL, pero al llegar al partido y ver a todos los críos  con su palito de bandy, le hice sentir como el que llega a primaria con un chandal amarillo de mercadillo. Por suerte, el entrenador nos dejo su palo, eso si, no antes de recordarme: "ojito, que vale 120 euros". ¡Pero coño, si sólo es un palo que puedes hacer tu con una rama y una navaja de Albacete!
Tiene que ser duro tener un padre como yo, que lo más que sabía de patines era de mirar por la tele el culo a las patinadoras durante las Olimpiadas. Y es que mi vida ha sido dura. De pequeño, en España, no estaba interesado por el fútbol, lo que me llevó a una lamentable marginación social. Y ahora, que trabajo en una escuela de deportistas y se más de fútbol que Valdano, vivo en la catedral del bandy. Solbergelva es un pueblo diminuto a 40 kilómetros de Oslo, y como todos los pueblos pequeños, tienen su especialidad. Solberg ha ganado la liga Noruega de bandy unas cuantas veces. No jugar al bandy en Solbergelva es como ir a una "rave" y no beber alcohol. Y mi pobre hijo no tiene un buen maestro. Ayer vi a los críos de 8 años patinando y flipé. ¡Qué cabrones! Que p'alante, que si p'atrás, que si derrape, que si me tiro en plancha... Yo había patinado tan sólo un par de veces con mi hijo, y le planto directamente en un partido. Y, eso sí, he de decir con orgullo de padre que lo bordó. Nuestro equipo ganó 3-0 y mi hijo, del cual yo pensaba iba a comer más hielo que un esquimal, se defendió como un campeón y aguantó la vertical mucho mejor que su padre tras tres cubatas. 
Y es que no es raro confundirse, cuando hasta la Wikipedia española define al bandy como "deporte similar al hockey sobre hielo". 

Otra cosa que aprendí ayer es que el hielo es frío. "Vaya gilipollas", pensarán ustedes. Y tendrán razón. Estos días estamos "sufriendo" en Noruega el invierno más raro en muchos años. Con temperaturas sobre cero y sin nieve. Y claro, yo me fui al partido con la misma ropa con la que salgo de cañas por Valladolid, con mi chaqueta y mis vaqueritos. El partido era sobre hielo artificial, es decir, que supongo que tendrá cables helados por debajo. Y esos sí están a bajó cero. Los vaqueritos no aguantan ese tirón, y al cabo de media hora, el frescor que sube por la pantorrilla llega a zonas que nunca deseas tener congeladas. Nunca te acostarás sin saber una cosa más.