Mi podcast: ¿Y por qué no aquí?

jueves, 10 de julio de 2008

Geiranger, 3 días en el paraíso. Día 4

¿Pero cómo? ¿Día 4? ¿No habíamos quedado en que eran tres días en el paraíso? Exactamente, 3 días en el paraíso y uno en el infierno. Porque este cuarto día sólo consiste en conducir y llegar a casa, pues llevamos 1000 kilómetros sobre las ruedas y el cuerpo no da pa más.
Seguimos por la carretera 7 en sentido Hønefoss / Oslo. Al llegar a Hønefoss, se toma la carretera 35 hacia la derecha, sentido Hokksund (recordemos que este viaje es de vuelta a Solbergelva / Drammen, no Oslo, y está especialmente pensado para los amigos que vengan a visitarme). En Hokksund, ya se ve la señal de Drammen. Unos pocos minutos más de sufrimiento, y ya estamos en casa.
Hogar, dulce hogar. Quién lo diría. Ya no hubo fuerzas para tirar una sola foto. No hubo fuerzas para avanzar un kilómetro más. Y yo ya no tengo fuerza para escribir ni una línea extra. Ahí queda eso. BUEN VIAJE

Geiranger, 3 días en el paraíso. Día 3

¡3 de julio! Tercer día de viaje de los tres días en el paraíso. Tres, tres, tres... qué gran número. ¿Que por qué? Pues porque es mi cumpleaños! Se que a quien léa este blog por puro interés turístico le importará un carajo el día que cumplí 30 años, pero este es mi blog y escribo lo que me apetece, qué carajo.

Después de la experiencia automovilística, decidí (porque por mi novia ella hubiera repetido, no mide 1,91) dormir en una cabaña de un camping. En esa de la foto. Y también se verá la belleza. Un río enfrente, una cascada detrás, y cesped en el tejado. Esto del cesped es muy típico de este país. Aún no he descubierto la razón auténtica, pero tengo mis propias ideas. Por un lado puede ser porque aísla del frío y el agua, y por otra para no dañar el paisaje, porque si ves un camping desde el aire, las cabañas se camuflan a la perfección. A pesar de matar muchas ballenas y ser los terceros productores de petroleo del planeta, los noruegos respetan bastante el medioambiente.

Antes de comenzar a relatar la jornada, olvidé decir mis regalitos de cumple. ¡Nada menos que la Wii! Sí, la Nintendo, que en medio de la montaña, en una cabaña sin tele, vale de poco, pero es una caja muy bonita, oiga. La Güí estuve todo el viaje camuflada en los piés del asiento trasero. A esto habría que añadir un par de souvenirs de Geiranger, como es un colgante con la letra china de mi horóscopo chino (el caballo, por nacer en 1978) y una cartera de piel muy de caballero. Y después de esta pausa publicitaria, pasemos a lo interesante.

Nos calzamos las botas de Goretex, pantalones cortos y camiseta de algodón. En la mochila, dos litros de agua, cuatro pequeños bocadillos y pantalón y cazadora de gore-tex, porque no sabemos lo que vamos a encontrar allí arriba. Iniciamos la incursión al Glaciar Briksdalen. Dejamos el coche en el camping, y tan sólo a 400 metros de la partida, la primera tentación. En el punto de venta de souvenirs, hay la posibilidad de montar en unos cochecitos que te suben casi hasta la cima del glaciar. Es una verdadera tentación, ante la visión del glaciar y el sabe que es casi una hora andando y algo menos para bajar. Pero entre que vale 180 kr por persona, y que joder, no hemos andado nada de nada en todo el viaje, nos hatamos un poco más las botas y nos ponemos en marcha. Otro buen consejo: fumar justo antes de subir al monte, no es una buena idea. Al poco de continuar andando, nos alegramos de no haber cogido los cochecitos, porque vemos que los que lo toman son casi todos los finos que vienen repeinados del bus turístico, y porque también van andando señoras que superan los 70 (años) y hombres que superan los 150 (kilos). Según subimos, una curiosidad. Turistas y más turistas, y sólo españoles y más españoles. El único idioma que se escucha, quizás un par de noruegos y un italiano despistado. No se si coincidimos con la ronda de excursiones hispanas o que en Briksdalen está el Benidorm nórdico. Resulta sorprendente que creo que me crucé con una compañera de la Universidad. Tiene narices. Una cosita sobre la ropa. No sabía bien si escogeríamos bien la ropa. Además, el pantalón y chaqueta de Gore-tex que incluí en el equipaje no hicieron finalmente falta. Pero me sentí muy bien al ver la cantidad de personajes que nos cruzamos. Desde el grupo de japoneses con pamela, a las parejas, en plurar, en viaje de novios, que no se les ocurrió meter en un viaje a Noruega una camiseta, y llevan puesta la camisita de cuadros con pantalones de pinzas. Pero volvamos al paisaje. Si estás dispuesto a llegar a la cima, debes también estar dispuesto a mojarte un poco, porque a medio camino hay una gran caída de agua que moja un poco si no quieres y empapa si te apetece. Generalmente es lo segundo, porque en un día caliente como este, y después de media hora de caminata, esta duchita natural sabe a gloria.
Ya hemos llegado. No diré lo que ya aburre. Bueno sí, lo digo. Una imagen impresionante. Nos encontramos un lago donde va a parar todo el hielo que se derrite del glaciar. El color del agua, como el de casi todo el agua que nos encontramos por el camino, tenía un tono turquesa muy especial, y que seguimos preguntandonos de dónde vendrá. Quizá de las rocas del fondo. Bueno, a pesar de que el sol pega, se puede entender que el hielo no se derrita rápidamente porque justo aquí el viento sopla de lo lindo. Mirad la foto y ved que mi cara no es de pose. En algunas épocas del año, es posible dar un paseo en una zodiac, que te acerca hasta el hielo del glaciar.
Pero a pesar de no haber zodiacs, yo no quería haber recorrido tanto para no tocar el hielo. Había dos cuerdas que "impedían" el paso, y un cartelito que ponía Stop, danger, pero yo hablo inglés cuando me apetece. Miré a lo lejos y ví que había dos personas junto al hielo, y di por hecho que tan difícil no debía ser. Así que me animé. Dejé a mi novia atrás, pues ella ya había tenido bastante y empecé a saltar piedras como las cabras. No es fácil, lo advierto. Tardé más de media hora en ir y volver, simplemente unos 300 metros. Pero llegué. Toqué el hielo y me llevé una piedra de recuerdo. Pensé en coger una bola de hielo, per me pareció un suvenir demasiado efímero. Me planteé el acercarme más o el andar sobre el hielo, pero en cuanto vi que caían unas cuantas piezas de hielo de la cima, entendí que no era una idea muy inteligente. Y nada más, foto hecha por mí mismo a brazo estirao y de vuelta. Al cruzar la valla, unos cuantos me vieron y les debí animar, porque al cabo de un rato, volví a mirar al glaciar y había por lo menos veinte personas sobre el hielo. Y para abajo. Se agradece.
Merece la pena el haber dormido en el camping, porque nos permite darnos una ducha después del paseo, y ante la tanda de kilómetros que nos esperan, se agradece.

Y de vuelta a la carretera. Son entre las tres y las cuatro de la tarde y podemos ganar unos kilómetros a la siguiente jornada.

Damos marcha atrás en la carretera que une Briksdalsbreen con Olden. En Olden giramos a la izquierda por la carretera 60, sentido Førde. Al llegar a la carretera E39, se gira a la izquierda en sentido Førde / Bergen / Oslo (no recuerdo bien lo que pone). Nos cruzaremos con la carretera numero 5, hacia la izquierda, en sentido Bergen / Oslo. Por aquí paramos a almorzar y pudimos compartir rebanada de pan con una manada de ovejas. Pasamos por un peaje en esta carretera numero 5, en Fjorland. 175 coronas. Este es uno de tantos peajes que no se entienden. Una carretera de mala muerte, sin alternativa posible, por el que tengo que pagar 22 euros. Pero así es Noruega. De todas formas, este es el único peaje que nos encontramos en el camino, si descontamos los 2 ferrys y el peaje de 20 coronas automático que se paga al cruzar Oslo. Llegamos a Sognefjord, el Fiordo de los Sueños. Hay que cruzar en un ferry, y no es la parte más bonita del fiordo, pero también merece la pena. La verdad, después de Geiranger, este sabe a poco.

Una vez cruzado el fiordo, se llega en seguida a la carretera E16, y giraremos a la izquierda en sentido Oslo. Unos kilómetros después habrá dos opciones. Seguir por la E16 o tomar la carretera numero 7 en sentido Hønefoss. Esta es la que tomamos nosotros por distintos motivos. A pesar de ser algo peor la carretera (la E16 a pesar de ser nacional tampoco es una maravilla), tiene menos kilómetros, y a pesar de tener que subir otra vez a los montes, se cruza por Hemsedal, el centro de esquí más importante de Noruega, con unos llanos en la cima del monte de impresión.
Llegamos a Hemsedal pueblo, tras un intento frustrado de buscar un restaurante abierto en la zona de esquí alpino, que lógicamente en julio parece una ciudad fantasma. No así lo que es el pueblo, pues esta es una fantástica zona de pesca, treking y paseos en bici, y hay un turismo veraniego bastante familiar. Llegamos a punto de que cerraran el último restaurante. Bueno, pizzería, no hay mucho restaurante por este país. Y celebré mi particular cumpleaños a base de pizza y la tarta fue el helado de browny acompañado de vengalitas. Muy mono.

Y ya es hora de dormir. Estamos agotados. En esta carretera hay bastantes campings en los que encontrar una cabaña para dormir, pero nosotros queríamos aprovechar la aventura al máximo y el Focus al limite. Y fuimos otra vez afortunados. Tras varios intentos frustrados, llegamos a un claro del bosque, junto al río, de nuevo con vistas a una cascada y con los restos de una hoguera que nos confirmaba que no eramos los únicos locos que habíamos acampado allí. Por cierto, si no estoy mal informado, en Noruega está permitido acampar en prácticamente todas partes. La única pega del lugar fue la increíble cantidad de mosquitos. Nos pusimos ropas que cubrían todo el cuerpo excepto los ojos, pero aún así pudieron atravesar los calcetines y picarnos unas cuantas veces. Echamos una partidita de chinchón en la mesa de camping, un par de tragos de vino del brik de 3 litros y a dormir. Hoy si pude dormir en el Focus.

miércoles, 9 de julio de 2008

Geiranger, 3 días en el paraíso. Día 2

¿Eh? ¿Dónde estoy? Me despierto sin saber si he dormido. Estoy en el maletero de un Ford Focus... Ah, sí, estoy haciendo el viaje por el paraíso. Lo olvidaba. Son casi las diez de la mañana, y eso me agrada, porque la última vez que miré el reloj eran las seis, y hasta ese momento no tengo conciencia de haber dormido en absoluto. No oscurece en ningún momento y cuando por fin parece que entro en estado de trance, mis piernas chocan con alguno de los salientes del vehículo, devolviendo a esta claridad continua. Pero esto son sólo anécdotas para recordad. En el paraíso siempre hubo manzanas podridas.
Tanto si duermes en un coche, en una tienda de campaña o en una cabaña, te recomiendo desayunar en el camping Trollstigen, referido en el anterior post. Aunque no seas residente, te puedes pedir un desayuno bufé por 70 kr. Con todo lo típico en un desayuno noruego: Además de la mermelada, el paté, queso, jamón, caviar en tubo... y más cosas que te puedes meter en la bolsa "destrangis". Lo reconozco, yo lo hice, y tres horas, en pleno monte, lo agradecí que no veas.
Empieza la ruta. Tan sólo a unos pocos kilómetros del camping, llega el primer sock. Estamos en un valle muy profundo y, sin esperarlo, un increíble muro cierra nuestro pasillo. Arañando ese muro, se intuye una raya, que es la conocida como Trollstigen, la escalera del Troll. No se si lo dije antes, Noruega está repleta de trolls. En esta zona, por todas partes. Figuras, esculturas, piedras... Y también reales, que yo los vi. Me hacían cosquillas mientras dormía en mi Focus.
La escalera del Troll no es otra cosa que una carretera increíble de circular a simple vista. Y también en la práctica. Tiene un 15% de desnivel, y eso no hay Indurain que lo resista. Acaban de arreglarla, y el pavimento es bastante bueno y además han puesto quitamiedos de hormigón, lo cual ayuda. Unos amigos estuvieron hace un par de años, y sin quitamiedos se te ponen de corbata durante toda la subida. De hecho, estos quitamiedos no sirvieron para quitar la fobia a las alturas de mi pareja, que subió tiritando, con las manos sudadas y agarrada al Focus con todas sus fuerzas. En serio. Pobrecita. A media subida, lo previsto. Bus con turistas españoles que sube, y bus con turistas franceses que baja, y... maricón el último. Quince minutos esperando hasta que uno recula un poco y podemos pasar todos.
Ya en la cima, el gozo continúa. ¡Me pude revolcar en la nieve en manga corta! A pesar de soplar el viento, tuvimos una increíble suerte con el tiempo, y debíamos rondar los 25 grados. Pero allí la nieve no se va y pude hacer la foto que tenía su sitio destinado en este blog. Además de numerosas tiendas de suvenires, lo que más merece la pena es la catarata que nace en este punto. Espectacular. Productos recomendados: prendas de lana, desde gorros, jerseys, pantuflas, bufandas... Ni se os ocurra comprar el alce disecado o los zorros deshoyados. Y yo me pregunto: ¿Quién coño puede comprar, y además usar, un zorro destripado al que le han sacado los ojos y disecado el hocico? ¡Y se ponen ese hocico reseco al lado del suyo propio, las muy cerdas!
Seguimos por la carretera 63. Subiendo y subiendo, y bajando y bajando. Según el capricho de las montañas y los valles. Difícilmente se alcanza la cuarta marcha. En Valldal hay que coger un Ferry. El precio del coche es 55kr, más 23 kr por persona. Quince minutos de recorrido para disfrutar del primer paseo en barco por un fiordo.

Son las tres de la tarde. Ni una tienda, bar o restaurante a dos mil metros de altura, y.... Otra vez un sitio idílico para almorzar. Al llegar a la cima del siguiente monte. ¡Geiranger a la vista! Allá al fondo, aún muy lejos, pero una foto fantástica. Además, tuvimos suerte, porque estaba atracado un crucero que venia de Italia que hacía un marco inmejorable. Al echar esta foto entendí algunas cosas. Cuando había vistos fotos de Geiranger, siempre había pensado que la gente había andado durante horas por la montaña para llegar a un buen sitio desde el que sacar la foto desde lo alto, pero no es así. Los noruegos son muy listos, y a pesar de ser carreteras muy malas, llegan a todas partes. Todas las fotos de los catálogos están tiradas desde sitios a los que se llega en coche. Así que no se preocupen los vagos. Si no se quiere, no hace falta andar y no meter en la maleta las botas de treking. (Ojo, esto no cuenta en el glaciar Briksdalen, allí más vale calzarse bien). Y repetimos la experiencia: Rebanada de pan, levepostei y a disfrutar de las vistas.

Después de dormir la siesta tumbados al sol (aquí me saqué yo el colorcito tan majo que se me ha "quedao"), empezamos la bajada a Geiranger. A medio camino, hay un mirador en el que resulta bastante complicado aparcar, y hay que tener cuidado. Y si hace un día tan bueno como el nuestro te puedes pegar una ducha en un cascada que te dejará refresco.

Y fotos, y más fotos. Cuando todas son tan bonitas, ¿cómo elegir? Siempre serán más bonitas cuando no aparezca yo en ella. Las vistas desde el mirador son las mejores de Geiranger.

Una vez en Geiranger, es impepinable no hacer un paseo en barco. El paseo dura hora y media y cuesta 130kr por persona. Ojo, porque el último servicio es las 17.00h. Noruega cierra pronto. Aunque a mí me impresionó más la vista del Trollstigen, el tour por el fiordo no decepciona en absoluto. Montes y muros, cascadas y caídas de agua... y lo que resulta más increíble. Alguna granja en pleno monte. La megafonía cuenta una divertida historia, de una granja en la que antiguamente tenían que atar a los niños para que no calleran al vacío y que recibieron la visita de toda la familia real hace unos años. La mejor anécdota, la del cobrador de impuestos que pretendió acceder a la vivienda, pero le cortaron la soga que servía de único acceso. Las mejores cascadas: Las siete hermanas (siete pequeñas cataratas) y la botella (con una imagen idéntica al vodka Absolut).




Y dejamos Geiranger. Con algo de nostalgia. Llevo hablando y oyendo sobre Geiranger los 3 años que llevo en Noruega, y una vez que se llega a un sitio del que se ha oído tanto, resulta difícil abandonarlo. Pero visto está, así que siguiente etapa. Pues la belleza continúa. En tan sólo 20 minutos, desde Geiranger, que está a nivel del mar, subimos a 2000 metros de altura. Con nieve hasta las orejas y, la verdad, frío. A pesar de ello, no hizo falta ponerse el jersey, y la foto en camiseta mola.

Pero más... y más... y más... Otros 500 metros, y lo más alucinante. Un enorme lago helado en pleno julio. Una maravilla de la Naturaleza. La Unesco declaró el fiordo de Geiranger patrimonio de la Humanidad, pero se debieron despistar y no vieron este lago.

Seguimos por la carretera 63, y al llegar al cruce con la carretera 15, giramos a la derecha en sentido Stryn / Maloy. Al llegar a Stryn, hay que tomar la carretera 60 en sentido Loen / Forde. Nuestro destino es Olden, sede de una de las fábricas de agua mineral más importante de Noruega. Aquí tomaremos fuerza para subir al glaciar el próximo día. En Olden hay que tomar una carretera que lleva a Briksdalsbreen.

Se puede dormir en una cabaña en los múltiples campings del camino, pero yo recomiendo en el que estuvimos nosotros, que es el más cercano al glaciar y permite tener el coche aparcado ahí mientras subes al glaciar. Sino, tienes que pagar aparcamiento. El camping se llama Melkevoll Bretun.

sábado, 5 de julio de 2008

Geiranger, 3 días en el paraíso. Día 1

NOTA DEL AUTOR: Esta crónica del viaje tiene partes en cursiva, correspondientes a meras indicaciones en la ruta, que sólo serán de interés para aquellos que conduzcan. Sáltatelas si no estás en tu coche. PD: Todas las fotos son mías, y aunque no lo parezca, no volamos en helicóptero.
3 días en el paraíso, el título de esta entrada, podría parecer exagerado, pero no es así. Lo que mis ojos han visto en tan sólo unas horas no se puede resumir en palabras, fotos o vídeos. Es absolutamente increíble. Si uno fuera más creyente, y me tragase eso de la creación del altísimo, podría sin duda decir que se le escurrió la paleta de colores sobre Geiranger, dejando una fantástica mancha de belleza. También podría haber titulado "Lo mejor de Noruega en tan sólo 3 días", porque a pesar de no incluir en la ruta ni Oslo ni Bergen, hemos visto fiordos hasta salirnos por las orejas. Y unos paisajes que, a cada curva en las montañas, hacía abrir aún más la boca, caerse más la baba y dilatar las pupilas hasta el extremo.
Pero pongámonos en marcha. Partamos de que éste fue mi regalo de cumpleaños. Fue un viaje de martes a viernes, y el jueves, 3 de julio, celebraba mi 30 cumpleaños. Llevo unas cuantas fiestas a mis espaldas en los últimos meses, entre despedidas de solteros y demás (lo cual será mi próximo post), y como íbamos a estar sin niño cuatro días, dijimos: ¿Por qué no? E hicimos lo que siempre quise hacer. Casi sin planear, cogimos el coche, y sin reservas de ningún tipo, nos liamos a hacer kilómetros. Nada menos que más de 1.200 km por carreteras secundarias. (Digo casi sin planear porque este viaje le tenía yo ya planteado desde hace tiempo, pero lo de sin reservas sí es cierto. El único techo asegurado era el de nuestro Ford Focus familiar, con una trasera transformable en cama, pero la experiencia me enseñaría que es una cama para alguien que mida menos de 1,90). En este enlace, se puede encontrar el proyecto inicial de viaje, basado únicamente en información de Internet y mapas de carreteras. La experiencia lo ha mejorado mucho.
En este mapa, el cual sería nuestro único GPS a lo largo del trayecto, se observa, más o menos, resaltado en rosa el recorrido que realizamos. Todo el centro de Noruega en coche, con visita a Vestlandet (oeste del país).

Salimos de Solbergelva, a las 3 de la tarde. Pasamos por Drammen y tomamos la carretera E16, en sentido Oslo. Se atraviesa Oslo y se toma la carretera E6, sentido aeropuerto Gardemoen (dibujito del avión) y Lillehamer.

El viaje planeado para hoy es de 495 kilómetros, y teniendo en cuenta que la media en las carreteras noruegas es de 70 km/h, hace un total de 7 horas, más la pausa para comer, cerca de 8 horas, que es lo que nosotros tardamos. En noruega es fundamental respetar los llamados Fotobox (caja fotográfica), lo que son radares fijos, de los cuales ya he hablado en otro de mis posts. Allí ya incluía una foto de estos aparatos, lo cual es de mucha ayuda. También es de agradecer, que aproximadamente un kilómetro antes de cada "ojo", hay una señal con una cámara fotográfica que advierte de la amenaza. Si te pasas unos 10km/h, la gracia cuesta entre 3.000 y 4.000 kr (1€=8kr, 1kr=20pts), y el viaje ya se pondría por un pico nada más empezar.

La primera localidad de paso importante es Hamar, destacada por su pabellón deportivo conocido como "El barco vikingo". Es fácil entender el por qué cuando se ve desde la distancia, pues representa tal cual un bote vikingo boca abajo. Llegamos a Lillehamer, sede de los Juegos Olímpicos de Invierno en 1994, los cuales los españoles recordamos bastante porque estábamos con la resaca de nuestra Barcelona 02. Lillehamer tenía prevista una visita, pero entre que era un poco tarde, y que un villa olímpica de invierno, en pleno julio, pierde bastante, la pasamos de largo. Tan sólo merece la pena ver los saltos de esquí desde la distancia. http://www.lillehamer.com/

Al pasar Lillehamer empieza el despiporre de paisajes. Tiramos cerca de 30 fotos desde el coche. Más tarde tocaría borrar muchas, ya que las vistas mejoran a cada nueva curva. Paramos a almorzar a una media hora de Lillehamer, y, dios qué maravilla. Sacamos nuestra nevera, y las tostadas de pan con levepostei (paté), makrell con tomate (caballa) y huevos cocidos, saben mucho mejor cuando tienes delante montañas repletas de árboles, de esos que adornaron España allá por los reyes católicos. Seguimos el viaje al atardecer (en verano no anoche en Noruega, sólo "atardece"), y disfrutamos de una puesta de sol sobre una montaña nevada preciosa. Estas primeras nieves tendrían su foto, pero no serían nada comparable a lo que nos esperaba más arriba.Se sigue por la E6, en dirección a Trondheim. Al llegar a Dombås (que se pronuncia Dumbos, lo cual tuvo su consabido chiste estúpido), se abandona la E6 y se toma E136 en sentido Ålesund). Antes de llegar a Åndalsnes hay que tener cuidado, se debe girar a la izquierda por la carretera 63, donde hay un cartel que indica Trollstigen y Geiranger, pero hay que pasar por un pequeño puente por el que malcabe un coche. Parece imposible que sea un paso turístico, pero sí, lo es.

Seguimos avanzando. Ya son las doce de la "noche" y hay que buscar un sitio para dormir. Avanzamos hasta el último camping antes de llegar a Trollstigen http://www.trollstigen.no/ . Pero nosotros nos habíamos propuesto hacer una aventura de verdad y dormir en el coche. Llegó la primera sorpresa. Otra cosa a tener en cuenta. Cuando en Noruega veas una señal que ponga "peligro vacas", o "peligro alces", o "peligro cabras y ovejas", créetela, será verdad. Durante todo el camino se nos cruzaron multitud de animales, domésticos y no tan domésticos. Pero nuestras mejores amigas serían las vacas. Aparcamos en un sitio por el que nuestro cochecito le costó un montón e hizo salir humo del motor. Primero resultaba bucólico, escuchar los cencerros en lontananza, pero cuando estábamos dispuestos a sacar nuestra mesita de camping, empezaron a acercarse vacas. Y más vacas. Y más vacas. ¡Hasta once! Pero mejor que explicarlo, es ver el vídeo que grabamos.



Y claro, tuvimos que abandonar el lugar. Dimos marcha atrás hasta pasar la frontera de los animales. Esto es, rejas en el suelo que impiden que atraviesen. Ya es zona segura. Y realmente acertamos. Encontramos otro lugar inmejorable. Un llano para poner las sillas y mesa, un riachuelo de agua turquesa donde lavarnos, y una montaña con cascada donde relajar nuestros ojos. Fabuloso. Aquí hicimos nuestra particular cena. Comida nacional noruega: el pølse, lo que viene a ser el perrito caliente de toda la vida. Se calienta en el "engansgrill", barbacoa de usar y tirar, muy práctica e increíble que no se comercialice en España. Bueno, quizás no tan increíble si atendemos a nuestra tasa de incendios. Acompañamos tan "exquisito" manjar con un buen vino. Bueno vino por la hora y el lugar que era. En noruega es normal comprar cajas de tres litros de vino. Vienen con un surtidor y al principio yo era muy crítico con ello, defensor de la pureza del vidrio y el corcho, pero una vez en ruta, se valora lo práctico. Y es práctico tener siempre un par de copitas de vino con la cena.

Y de aquí, al coche. Buen consejo, no intenteis dormir en el maletero de un coche, por muy Stasion Vagon que sea.